Hackers emocionales

Con la explosión de la informática en los años 90 comenzaron a llegar ordenadores a los hogares y palabras comunes como ratón o virus comenzaron a cobrar otro sentido. Windows pasó de ser ventana en inglés a ser el sistema operativo de nuestro ordenador.
En ésa época dorada para Microsoft llegó a tener la nada despreciable cuota de mercado del 90% (a la fecha de éste post se conforma, tras la entrada de Android y el auge de los Mac, con un prudente 45%).
Pero hubo algo más en esa revolución que cambió nuestras vidas por completo y que hoy forma parte de ellas de manera indisoluble: Internet. Con ella comenzamos a conectarnos con el mundo de manera digital y a compartir información.
Los hackers
Ese ecosistema digital interconectado tiene *un lado oscuro*: también aparecieron expertos que dedicaron tiempo programar código para evitar licencias de otros programas (‘cracks’) o programas que fastidiaban nuestro ordenador (virus o malware) que incluso nos podía robar información. Pero hubo un término que acabó por imponerse a otros y que, sin que tuviera un origen ilegal, su connotación actual es claramente transgresora: *los hackers.*
El término hacker, que nació para definir comunidades de jóvenes que programaban en el MIT y otros nidos de la cultura digital de los años 80, mayoritariamente se usa hoy día para definir a alguien que entra a distancia y sin autorización en un dispositivo aprovechando las conexiones existentes.
Ese cambio, provocado básicamente internet se ha vuelto tan potente que incluso se han creado empresas que ‘hackean’ los sistemas de otras *sin otro ánimo que el de comprobar su seguridad*. Son los llamados *hackers éticos*, que se encuadra en un marco nuevo, y que nos será cada vez más familiar: la ciberseguridad.
Los sistemas operativos se han vuelto más completos y seguros, y junto a los antivirus, antimalware y firewalls han creado un verdadero ejército dispuesto a detectar y neutralizar cualquier intromisión en nuestro ordenador. Aunque técnicamente es posible entrar en casi cualquier sistema, realmente se les ha puesto difícil a los hackers. Sin embargo, a pesar de todo esto, seguramente en los últimos años hemos oído noticias de hackeos del correo o el móvil de algún famoso o conocido. ¿Cómo lo han conseguido?
Los hackers emocionales
Muchos hackers malintencionados han optado por evitar esta muralla tecnológica cada vez más compleja y han comenzado a atacar al agujero más importante de la informática: el usuario.
Reconozcámoslo: *Somos humanos*, nos mueven las emociones y somos *fácilmente hackeables*.
La mayoría de los móviles o portátiles que han sido noticia por ser hackeados ha sido por acceder a una supuesta wifi abierta o por confiar en alguna web que nos pide información personal. Sin ir más lejos, hace muy poco ha sido noticia cómo nada más y nada menos que a un ex ministro de economía, Josep Borrel, ha perdido 150.000 euros en una supuesta web de inversiones.
Nada nuevo bajo el sol, si lo pensamos, el timo de la estampita ya era un hackeo emocional. Simplemente se han adaptado a los tiempos y han afinado la técnica para ganarse la confianza del usuario.
El hackeo emocional no es, por tanto, ni nuevo ni propiedad exclusiva del mundo informático. En una sociedad claramente más competitiva, existen hackers emocionales que buscan conseguir algo que posiblemente no harían con sus propios méritos.
¿Cómo podemos protegernos?
Las reglas básicas de seguridad no cambian, simplemente se amplían:

  • Mantener los sistemas y antivirus actualizados
  • No introducir usb extraños
  • Renovar las contraseñas con una cierta frecuencia
  • Seguir las sugerencias de los responsables de TIC de nuestra organización
  • Lo verdaderamente importante es desconfiar por naturaleza de correos extraños con enlaces o adjuntos, o webs que nos pidan dinero, y que no tengan una confiabilidad contrastada.

Como siempre, los hechos y no las palabras del posible hacker, es lo más importante. Y los hechos serán las referencias a de otros usuarios que conocemos.

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